UN PLAN PARA ADAPTARNOS AL CLIMA

Pensé en no volver a insistir en este tema sobre el que he escrito mucho y del que se ha hablado en profundidad en los últimos días. Pero cambié de opinión porque creo que nunca es excesivo reflexionar e informar sobre un asunto de tanta trascendencia para este planeta. Como ejemplo, en las últimas elecciones en Alemania la cuestión sobre la mitigación y la adaptación ante el cambio climático ha ocupado el espacio central de los debates.

Situémonos en el año 2050. El paseo de Las Canteras se encuentra seriamente afectado por la subida del nivel del mar. Cientos de personas han tenido que abandonar sus casas situadas en la franja costera de Arucas, Telde o Gáldar. Los incendios forestales, cada vez más frecuentes y virulentos, han destruido gran parte de la masa forestal y la falta de agua ha provocado el abandono casi total de la agricultura y la ganadería. El turismo ha descendido en un porcentaje muy alto, debido a la creciente inseguridad derivada de los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes y del deterioro de una parte de nuestra infraestructura turística costera, restando centenares de millones de euros al PIB de Gran Canaria.

No es el guión de una película apocalíptica, ni un discurso catastrofista, es un marco perfectamente realista si atendemos a los escenarios previstos por el sexto informe del Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, que el propio secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, definió como una “alerta roja para la humanidad”. Y si es una alerta roja para la humanidad, es una alerta máxima para Canarias. Porque lo cierto es que la emergencia climática es un problema real, inminente y concreto que pone en serio riesgo el modelo de vida de este archipiélago anclado en medio del Atlántico.

Por este motivo, estamos actuando desde 2015 en el Cabildo para convertir a Gran Canaria en una referencia en la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos. La primera acción que llevamos a cabo fue la creación de un Grupo de Acción Climática con el que sentamos las bases de todo nuestro trabajo en este ámbito. A partir de ese momento impulsamos la adhesión al Pacto de las Alcaldías de los 21 municipios de la isla y se han elaborado en todos ellos inventarios de emisiones, estudios de riesgos y vulnerabilidades frente al cambio climático, además de Planes de Acción para el Clima y la Energía Sostenible. Por otro lado, el Cabildo es pionero en la aplicación de subvenciones al autoconsumo en viviendas y micropymes así como en potenciarlo en sus propias instalaciones. Para desalinizar, para depurar, para nuestros ecoparques… También desplegamos una red pública de cargadores de vehículos eléctricos en todos los municipios de la isla para facilitar la movilidad eléctrica y sostenible.

Es más, en su informe último, la Audiencia de Cuentas ya establecía que el de Gran Canaria era el Cabildo que más había avanzado en materia de adaptación al cambio climático, aunque no contaba con una estrategia. Pues bien, ya eso no es así. Ya contamos con una estrategia insular de adaptación al cambio climático e impulso de una economía baja en carbono en Gran Canaria, lo que convierte al Cabildo de Gran Canaria en la única institución de Canarias que cuenta con un plan de mitigación y de adaptación al cambio climático.

Un aspecto que las instituciones públicas debemos asumir es que sin participación ciudadana es imposible avanzar hacia la sostenibilidad. Por ello la elaboración de la estrategia se ha hecho mediante un proceso participativo contando con las aportaciones de más de 600 personas, con 36 entrevistas con actores clave, una encuesta a 445 personas y 6 talleres con 71. Y ha estado conducida por un equipo de expertos, entre ellos el catedrático de ecología Javier Arístegui o el sociólogo Manuel Calvo, coordinados por la consultora Considera.

Una de las primeras conclusiones del diagnóstico es que el clima de Canarias se está tropicalizando. Es de sobra conocido que por nuestras particularidades geográficas tenemos un clima afortunado ya que los alisios o la corriente fría, entre otros factores, permiten que tengamos unas condiciones climáticas más favorables de las que nos correspondería por nuestra situación. Ahora bien, se está produciendo un aumento de las temperaturas, de las sequías, de eventos torrenciales puntuales como las tormentas, que asemejan cada vez más nuestro clima al de zonas tropicales. Por otra parte el riesgo de desertización afecta al 95% del territorio insular y el aumento del nivel del mar está provocando inundaciones terrestres y litorales.

Están en riesgo nuestros recursos hídricos y con ellos la agricultura, la ganadería y la reforestación. Está en riesgo nuestro recurso más valioso, que no es otro que la biodiversidad, nuestros ecosistemas y especies animales y vegetales. Asimismo corre peligro la salud de los habitantes de Gran Canaria como consecuencia de las olas de calor, el aumento de alérgenos o incluso la llegada de nuevas enfermedades. Y por supuesto está en riesgo nuestra principal actividad económica, el turismo, como consecuencia de la disminución de seguridad del destino, la pérdida de recursos costeros o la degradación de los ecosistemas.

En este escenario Gran Canaria tiene un plan. Una estrategia que plantea hasta 39 soluciones concretas adaptadas al territorio, cuantificadas económicamente y para poner en marcha de aquí a 2030, aunque muchas de ellas ya se están ejecutando como he adelantado. La estrategia establece 4 tipos de soluciones: las basadas en la naturaleza, las que se centran en las infraestructuras, las que se enfocan en la gobernanza y las que utilizan la tecnología para la medición y el seguimiento. Si tuviéramos que agruparlas y priorizarlas por bloques de actuación, para adaptarnos al cambio climático en Gran Canaria las claves son la conservación ambiental y el impulso del sector primario sostenible; la transición energética y la gestión del agua; la economía circular, la movilidad sostenible y la adaptación de infraestructuras públicas con la coordinación entre administraciones y la participación ciudadana.

En un artículo de este tipo no hay tiempo para explicarlas todas pero sí voy a poner como ejemplo algunas de las soluciones concretas más destacadas. A través de la creación de bosques de agua, se está potenciando la reforestación que permite la regeneración de los recursos hídricos y la lucha contra la desertización. Desde 2015 estamos plantando entre 150.000 y 200.000 árboles al año, especialmente centrados en la recuperación de la laurisilva. Es imprescindible adoptar una estrategia de adaptación que supondrá en primer lugar una revisión y restauración del uso del suelo reordenando la ocupación del litoral en los primeros metros. Se han de evitar las construcciones en los tramos costeros más susceptibles de inundaciones, a la par que realizar proyectos de restauración y con morfologías y vegetación más adaptadas a las intrusiones marinas. El planeamiento de futuro tiene que estar orientado en ese sentido. Mediante un acuerdo con los pastores, con los rebaños de cabras y ovejas se está ejecutando un método muy efectivo para el control de la biomasa forestal para prevenir incendios. Parece anecdótico pero es fundamental. Se trabaja también en la adaptación natural de los cauces para prevenir inundaciones, depurar con filtros verdes y aumentar la cantidad de agua regenerada.

Junto con el transporte, la producción de electricidad es la gran fuente de emisiones contaminantes. Es necesario acelerar la transición energética a través del ahorro y la eficiencia pero también de la diversificación de fuentes y de la soberanía energética, consiguiendo generar endógenamente la energía que necesitamos. Tenemos que adaptar nuestras infraestructuras y desarrollar planes específicos de prevención para los puertos, el aeropuerto y resto de infraestructuras de transporte; proteger el patrimonio natural y etnográfico, así como la rehabilitación de viviendas. Es necesario asimismo el impulso de la economía circular y baja en carbono, seguir aumentando las tasas de reciclaje de los residuos o aumentar el compostaje de los residuos orgánicos. Aunque aún estamos lejos de los objetivos, lo cierto es que Gran Canaria lidera el reciclaje de residuos en Canarias con un 33%. La tecnología es una gran aliada desarrollando sistemas de monitorización de datos climáticos o sistemas de emergencia y alerta temprana. Pero nada de esto sería posible sin un sistema de gobernanza, la coordinación entre administraciones y la participación ciudadana. De hecho empezaremos la estrategia con la creación de un Observatorio del Cambio Climático que coordine la aplicación de todas estas medidas.

Hemos hecho una estimación económica de cuál sería el coste de la inacción climática, y eso que los principales costes no pueden ser cuantificados económicamente, porque no podemos cuantificar la pérdida de vidas humanas, o la desaparición de ecosistemas y especies únicas en el mundo. Pero desde el punto de vista económico, no actuar para adaptarnos al cambio climático si tenemos en cuenta las urgencias y hospitalizaciones adicionales, los daños por incendios forestales, el impacto en la producción agrícola o el turismo sería en total y como mínimo de 78 millones de euros al año. Aunque se trata de una cifra muy optimista, ya que tan solo una disminución del turismo a largo plazo del 10% debido a estos fenómenos supondría casi 600 millones de euros de deterioro del PIB de la isla.

El coste total de las medidas contempladas en esta Estrategia sería de 147.935.000 millones de euros hasta el año 2030 (unos 18,5 millones/año). Y sería una inversión que tendría altísimos retornos positivos en forma de creación de nuevos nichos de empleo, ahorro de costes asociados al consumo de energías fósiles, la atracción de inversión extranjera o captación de fondos. En definitiva, supone un paso decisivo en las políticas climáticas del Cabildo, nos sitúa a la vanguardia de Canarias en la adaptación al cambio climático y marca una dirección para transformar nuestra economía. Es cierto que la situación es grave, pero también es cierto que tiene solución, y que Gran Canaria tiene la oportunidad de ganar los retos del siglo XXI. Tiene proyecto, hay voluntad política, consenso de las instituciones, investigación académica de nuestra Universidad, colectivos sensibilizados… Nos queda generalizar la conciencia ciudadana, garantizar que las piedras del camino no nos impidan avanzar hacia la cumbre y que todas y todos incluyamos en nuestras agendas diarias esta prioridad.

Antonio Morales Méndez

Presidente del Cabildo de Gran Canaria

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