14 de abril. Nostálgico y romántico aniversario

Por muchas razones, el sistema republicano es en la actualidad totalmente inviable en nuestro país. Objetivamente, así es. No obstante, individualmente, muchos ciudadanos aspiran, con cierta nostalgia y hasta con mucho romanticismo, a vivir en España bajo el mencionado sistema político.

Y entonces uno se acuerda de Eduardo Galeano cuando escribió que la utopía estaba en el horizonte: “Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. A pesar de que camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para eso, para caminar”.

Pues bien, hubo una vez un 14 de abril en este país en que las calles y plazas de las ciudades más importantes fueron ocupadas por una multitud alborozada e ilusionada por promover una nueva sociedad democrática en la que reinara la justicia social, la igualdad y la solidaridad.

Actualmente, ochenta y seis años después, ante el desánimo, las crecientes desigualdades y la incesante corrupción de las élites, los colores rojo, amarillo y malva regresan para, con inusitada fuerza, por decencia y dignidad, recuperar la República.

Abril sigue siendo un símbolo del triunfo pacífico de un pueblo sobre la oligarquía. El régimen franquista se propuso eliminar dicha efeméride del imaginario colectivo, pero es evidente que no lo consiguió.

Aunque sólo sea persiguiendo una utopía, ya va siendo hora de que la ciudadanía recupere el eco de aquella voz republicana silenciada por la fuerza; pero que representaba el símbolo del triunfo popular, la auténtica independencia de poderes, la soberanía plena sobre nuestro destino y los límites de nuestros sueños.

No se trata, simplemente, de cambiar una bandera por otra. Incluso acercándonos a la Segunda República con cierta nostalgia y romanticismo como ya hemos mencionado, esta mirada al pasado no debe quedar sólo en eso: una mirada; sino que debe servirnos, a pesar de sus defectos, como modelo para reavivar los ideales de la apuesta por un futuro verdaderamente democrático, limpio de nubarrones y de las excesivas miserias de nuestra sociedad actual.

El profesor Víctor Arrogante ha escrito: “En España no hubo ruptura, no tuvimos nuestra “revolución de los claveles” y todo resultó ser una Transición controlada por las fuerzas vivas del régimen, con la aquiescencia del PSOE, del PCE y de otras fuerzas nacionalistas”. A uno le resulta un poco “particular” esa visión suya de la transición.

Y añade a continuación: “En 1978 los españoles votamos el texto constitucional, no el modelo del Estado. El dilema era o monarquía o no había Constitución”. Y termina, “Se aceptó la voluntad de Franco y no se puso en cuestión su testamento”. Ante estas afirmaciones, el debate está servido. Es evidente que uno no está de acuerdo con todo lo que dice este profesor, ya que habría que matizar mucho y aportar argumentos y pruebas sobre sus conclusiones. Sin embargo, su parte de razón no se la quita nadie.

Los republicanos de hoy, que parece que no son pocos, tienen el problema de que están dispersos y permanentemente ninguneados. Su principal problema es la falta de visibilidad pública en los medios de comunicación.

Uno es consciente de que los republicanos tienen ideas y se plantean objetivos, pero les faltan organización, recursos y medios de comunicación que sirvan de altavoz para difundir el compromiso republicano de libertad, igualdad y fraternidad.

El sistema político que gobierna este país en la actualidad ha demostrado que tiene pánico a la Tercera República, a la memoria histórica y a dar la palabra a la ciudadanía para que el pueblo hable y decida. Por ello, con el apoyo de los grandes medios, han conseguido inocular a los ciudadanos el virus del miedo al cambio, a cualquier cambio. Y esa vacuna ha hecho su efecto: parálisis ciudadana. Es el triunfo del neoliberalismo.

Sólo me he propuesto recordar modestamente y de forma monográfica la proclamación de la Segunda República Española sin mezclar otros asuntos domésticos. De ahí que termine esta reflexión con las palabras de Fernando Valera, último presidente del gobierno republicano, cuando en julio de 1977, en su último mensaje decía: “Hasta aquí hemos resistido sin renunciar nunca, la Segunda ha caído. ¡Viva la Tercera! Y es cierto, la República es posible. ¡Viva la utopía!

 

Fernando Romero
Miembro de la Mesa de RA

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